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Se narró que en Egipto había un hombre que siempre estaba presente en la mezquita durante el Adhān, la Iqāma y el rezo, y eran patentes en él la belleza de la obediencia [a Allāh (D)] y la iluminación de la adoración. Un día subió al minarete como de costumbre para hacer el Adhān y, abajo al lado del minarete se encontraba la casa de un cristiano, entonces aquel hombre miró en ella, vio la hija del dueño de la casa, fue tentado por ella, abandonó el Adhān y bajó hacia ella.
Al entrar en la casa, ella le dijo: «¿Qué quieres?».
El hombre respondió: «Te quiero a ti».
Ella le replicó: «¿Para qué?».
Él le contestó: «Cautivaste mi conciencia y te llevaste mi corazón».
Ella le dijo: «Dudo [de lo que dices], por lo que no puedo responderte».
Él le dijo: «Me casaré contigo».
Entonces ella le respondió: «Tú eres musulmán y yo soy cristiana, mi padre jamás me casará contigo».
Así que él le contestó: «Pues me volveré cristiano».
Por lo tanto, ella le dijo: «Si lo haces, yo también [me casaré contigo]».
Entonces aquel hombre se convirtió al cristianismo para casarse con ella, y permaneció con ellos en su casa. En la mitad del día, se subió a la terraza de la casa, cayó de ella y murió, no obtuvo aquella mujer, y perdió su religión.
[/vc_column_text][TS_VCSC_Info_Notice panel_layout=”notice” panel_type=”warning” icon_replace=”true” font_title_family=”Default:regular” font_content_family=”Default:regular” el_file1=”” el_file2=””]Fuente: Al-‘Āqiba, pág. 181Traducido por: Ibrāhīm Bou[/TS_VCSC_Info_Notice][/vc_column][/vc_row]