
Ubay ibn Kaʿb tenía un cántaro donde depositaba dátiles, y un día se percató de la disminución de la cantidad que había en él, así que decidió pasar la noche vigilándolo, entonces divisó un ser parecido a un niño en la edad de la pubertad, [Ubay] lo saludó y este le devolvió el saludo, seguidamente [Ubay] le preguntó: «¿quién eres? ¿Eres un humano? ¿O eres un genio?».
Aquella bestia le respondió: «Soy un genio».
[Ubay] le dijo: «Dame tu mano».
Entonces vio que su mano era la pata de un perro con el vello de un perro, y dijo: «Así fueron creados los genios».
Aquel ser le respondió: «Sabes reconocer a los genios, ahora sabe que no hay entre los genios un hombre más fuerte que yo».
Ubay le preguntó: «¿Y qué es lo que andas buscando?».
El genio contestó: «Me enteré de que eres un hombre que ama la caridad, entonces quisimos echar a perder tus alimentos».
Ubay le dijo: «¿Cómo podemos protegernos de vosotros?».
El genio respondió: «Esta aleya que hay en la Sūrah de la Vaca {Allāh, no hay divinidad digna de adoración sino Él, el Viviente, el Sustentador. Ni la somnolencia ni el sueño Le afectan} [2:255], si la recitas al amanecer serás protegido de nosotros hasta que anochezca, y si la recitas cuando el anochecer serás protegido de nosotros hasta que amanezca».
Al día siguiente, Ubay fue a ver al Profeta ﷺ y le contó lo sucedido, entonces el Profeta le dijo: «Dijo verdad, aquel malvado».
Fuente: As-Sunan al-Kubrā de an-Nasāʾī, no. 9449
Traducido por: Ibrāhīm Bou