El descubrimiento islámico de América (1/3)

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En 1492, cuando Cristóbal Colón descubre América, la población indígena en los dos subcontinentes era de 54 millones de habitantes aproximadamente. En 1650, apenas superaban los cinco millones y medio.[1] En un siglo y medio, el 90% de los amerindios fueron exterminados,[2] a una media de 325.000 personas por año, o más aún, 900 personas por día durante casi 150 años.

A pesar de que la exploración de Colón engendró la peor catástrofe demográfica y probablemente el mayor genocidio de la historia, hasta el día de hoy Occidente rinde homenaje al navegante italiano para mantener una imagen gloriosa de la historia americana. Desde la época colonial, el día de la llegada de Colón (el 12 de octubre de 1492) es conmemorado anualmente en los Estados Unidos en el “Columbus Day” (Día de Colón). En el aniversario nº 400 en 1892, maestros, políticos y sacerdotes del país explotaron masivamente el aniversario para enseñar los principios del patriotismo americano. En 1906, el Día de Colón se convirtió en un día festivo oficial en Colorado, luego en 1937 en todos los Estados norteamericanos.

Durante un discurso presidencial en octubre del 2009, George W. Bush expresó su gran consideración por la «atrevida expedición de Cristóbal Colón y sus logros vanguardistas». Bush pidió que, en el Día de Colón, la bandera americana «sea izada en honor a Cristóbal Colón en todos los edificios públicos».[3]

Rememorando los mitos de Cristóbal Colón y celebrando su llamado descubrimiento, los Estados Unidos pintaron un cuadro idílico de su historia –ocultando al mismo tiempo el genocidio que dio como resultado– para con ello ganar una estima universal que a menudo los hace intachables ante los ojos del resto de naciones.

Primeras contestaciones al mito de Colón

Idealizando el patrimonio histórico de Colón, los estadounidenses no solo han legitimado su política internacional («humanitaria y democrática»), sino que también legitimaron el trato degradante infligido a los nativos americanos, a quienes eliminaron su cultura.

No hay duda de que Cristóbal Colón era un símbolo del espíritu norteamericano que, en nombre del cristianismo y de la libertad, engendrará una larga historia de invasiones y exterminios. Que George W. Bush tome a Colón por ejemplo no debería sorprender a nadie. Él también abogó por la ocupación, la colonización, las masacres, los expolios, la explotación y el racismo.

No fue hasta el siglo XIX que los historiadores occidentales comenzaron a contestar la versión oficial de la historia americana. Estudiando la presencia de musulmanes africanos en América, descubrieron una realidad totalmente diferente. Empezaron a denunciar las distorsiones históricas, pero sus estudios fueron sistemáticamente ignorados o aun ocultados con base en motivaciones racistas y políticas. Rápidamente fueron deslegitimados por los pseudo-historiadores al servicio del Tío Sam que dirigían una campaña de propaganda en la que se tenía que demostrar la inferioridad del hombre negro, pues con ello el gobierno estadounidense esperaba mantener el complejo de inferioridad entre los negros y así garantizar la perpetuación de la esclavitud.

Hoy en día, no hay duda de que otros pueblos (africanos, chinos, etc.) habían hecho el viaje a través del Atlántico mucho antes que Cristóbal Colón.[4] Este último ni siquiera es el primer hombre blanco que descubrió el Nuevo Mundo. En los años 60 arqueólogos noruegos descubrieron que los vikingos ya habían llegado a la costa noreste de la actual Canadá entre 989 y 1020.[5] La única cosa que se puede otorgar a Colón es que fue el primer «blanco cristiano» que cruzó el Atlántico sin saber nunca que había llegado a un nuevo continente. De hecho, Colón murió estando convencido de que había alcanzado las Indias Orientales.

Huellas islámicas

Mundialmente conocido por sus estudios sobre la presencia precolombina de los musulmanes en América, el historiador marroquí Ali Ibn Al-Muntasir El-Kettani (1941-2001) demostró en sus estudios[6] que la lengua de los amerindios contenía numerosos términos árabes y bereberes, cosa que no se podía explicar excepto con una antigua presencia árabe-bereber. El-Kettani avanzó evidencias lingüísticas como la de la gran similitud entre la terminología árabe y ciertas palabras utilizadas por los nativos americanos. Por ejemplo, los términos árabes «Ghinah (riqueza)», «Ghani (rico)» y «Ghanima» derivaron en «Guani» en el idioma indígena, término que se refiere al oro. También están «Nuqud (dinero)» y «Naqiy (puro)», que derivaron en «Nikay», que significa «joyas de oro» entre los indígenas.

Pese a los esfuerzos de los españoles (llegados después de Colón) para eliminar toda huella de la presencia islámica en el continente americano, escritos antiguos (árabes y no-árabes) contienen todavía vestigios de esta presencia. Por ejemplo, hay un mapa de Florida dibujado por los franceses en 1564 que menciona nombres de ciudades andalusíes y marroquíes. El mapa contiene, por ejemplo, el nombre de Miarca (derivado de Mallorca), Kadika (derivado de Cádiz), Marco (derivado de Marrakech), etc. Según el Dr. El-Kettani, estos nombres muestran una primera migración de por lo menos un siglo o dos [antes de la llegada de Colón].

En el norte de Brasil todavía encontramos aldeas con los nombres de ciudades marroquíes (Fez, Marrakech, Tlemecén, Salé, etc.)[7] mientras que en América del Norte los nombres de varios lugares (ciudades, aldeas, montañas, ríos, etc.) que datan de la época precolombina derivan de una raíz etimológica islámica o árabe. «Medina» es el nombre de una ciudad en el Estado de Ohio y Tennessee, también es el nombre de un pueblo en el Estado de Nueva York. La ciudad de «Mona» se sitúa en Utah y la ciudad de «Mecca» en Indiana. En el noreste de Washington se encuentran los indios que se llaman «Makah» y en Nuevo México se sitúa la tribu «Zuni».

Colón sabía que había sido precedido

La mayor prueba de la presencia musulmana en América antes de 1492, sin embargo, viene de la pluma del propio Cristóbal Colón. En 1920, el célebre historiador Leo Wiener (1862-1939) de la Universidad de Harvard menciona en su obra «Africa and the discovery of America» que Colón sabía que había una presencia mandinga[8] en el Nuevo Mundo. A través del Mar Caribe, musulmanes de África del Oeste se extendieron hacia América del sur y América del Norte hasta llegar a ciertas regiones de Canadá. Para sostener su tesis, Wiener argumentó con pruebas agrícolas, lingüísticas y culturales y demostró que los mandingas se casaban con indios iroqueses y algonquinos.

Cyrus H. Gordon (1908-2001) es otro historiador estadounidense reconocido que demostró más allá de toda duda que los musulmanes de África Occidental comerciaban en el continente americano antes de la llegada de Colón. Gordon muestra que dejaron huellas de su presencia refiriéndose a las monedas árabes del siglo VIII que fueron encontradas no lejos de la costa de Venezuela en el sur del Caribe.[9] El historiador concluyó resumiendo los hechos de su estudio: «Parece ser, pues, que un barco de moros, partido de España o del norte de África, cruzó el Océano Atlántico alrededor del año 800».[10]

Volviendo al profesor Leo Wiener, éste remite al diario de Colón en el que señaló que indígenas de La Española (donde se sitúa el actual Haití) le informaron de que «gentes de piel negra llegaban desde el sureste en barco y vendían lanzas con puntas de oro».[11] Puntas de oro que estos indios llamaban «Ganin». Colón se llevó consigo varias Ganinas a España para que fuesen analizadas. Supo luego que contenían 18 partes de oro (56.25%), 6 partes de plata (18.75%) y 8 partes de cobre (25%), una composición específica que refleja el origen africano de este oro, producido en Guinea.[12]

Para Leo Wiener, esto es una prueba clara de la presencia precolombina de los mandingos:

Es imposible cuestionar el hecho de que Cristóbal Colón sabía que estos guaninos procedían de Guinea y que había comerciantes y/o viajeros que llegaron antes que él en La Española. Esto confirma el origen etimológico de “Cana” o “Guani”, del término mandinga para referirse al oro.

[Leo Wiener, “Africa and the discovery of America”, pág. 34]

La presencia de comerciantes africanos también fue confirmada en el testimonio de Fernando Colón, hijo de Cristóbal, quien transmitió la siguiente declaración de su padre: «Las personas que viven al este de Punta Cavinas hasta el Cabo Gracias a Dios son de piel casi negra».[13]

El etnógrafo francés Jules Cauvet explica en su libro «Les Berbères en Amérique» que es en esta región y en la misma época que se situaba una tribu indígena musulmana conocida con el nombre de «Almamy», que viene de «Al-Imam» en lengua mandinga y árabe. Según Cauvet, la mayoría de los almamíes se encontraban en Honduras, en América Central, antes de la llegada de Colón.[14]

El pudor de las indígenas: una herencia islámica

En 1498, en su tercer viaje al Nuevo Mundo, Cristóbal Colón desembarcó en Trinidad. Más tarde, pasó al subcontinente sudamericano y constató en sus habitantes similitudes en la indumentaria con el pueblo de Guinea, tanto en el estilo como en el color. También se dio cuenta de que la vestimenta de las mujeres indias era idéntica a la vestimenta de las mujeres moras de Granada[15], entonces se preguntó de dónde habían aprendido este pudor y esta decencia las mujeres indígenas.[16]

Colón no fue el único en notar esas semejanzas llamativas. Hernán Cortés (1485-1547), el conquistador español que lideró la expedición que concluyó con la caída del imperio azteca, hablaba de «largos velos» para describir el vestido de las mujeres aztecas y de «telas diseñadas de la misma forma que los atuendos de los moros» para describir la indumentaria de los hombres.[17]

Exportando pudor y lanzas con puntas de oro, los musulmanes mantuvieron intercambios comerciales y culturales con los nativos americanos durante siglos antes de la llegada de los europeos. Mas esta convivencia tranquila y respetuosa entre los dos pueblos será sacudida de manera brusca con la llegada de un navegador sanguinario llamado Cristóbal Colón.[/vc_column_text][TS_VCSC_Info_Notice panel_layout=”notice” panel_type=”warning” icon_replace=”true” font_title_family=”Default:regular” font_content_family=”Default:regular” el_file1=”” el_file2=””]Autor: Kareem El Hidjaazi, investigador en el Observatorio de los Islamólogos de Francia.
Traducido por: Ibrāhīm Bou

Notas:

[1] William M. Denevan, «The Native Population of the Americas in 1492».

[2] Muchos de ellos fueron diezmados por las enfermedades y las epidemias propagadas por los colonos.

[3] Bush, G. W. (2002, October 10) Columbus Day, 2002. Washington, DC: The White House.

[4] Algunos historiadores mencionan incluso posibles exploraciones en América por los egipcios antiguos de las dinastías 19º y 25º. Otros creen que los primeros fueron los musulmanes de África Occidental (Ghana, Malí, etc.). Véase Ivan Van Sertima, “They Came Before Columbus: The African Presence in Ancient America” y R.A. Jairazbhoy, “Ancient Egyptians and Chinese in America”.

[5] Heather Pringle, “Evidence of Viking Outpost Found in Canada”.

[6] Este trabajo mismo (partes 1 y 2) se basa en gran medida en el trabajo del investigador marroquí.

[7] ‘Ali Ibn Al-Muntassir El-Kettani, “The Islamic Existence in the Two Americas before Christopher Columbus”.

[8] Los mandingos son un pueblo de África presente principalmente en Guinea y Malí.

[9] Cyrus H. Gordon, “Before Columbus: Links Between the Old World and Ancient America”, (1971).

[10] Ibídem.

[11] Leo Wiener, “Africa and the discovery of America”.

[12] John Boyd, “Christopher Columbus, His Life, His Works, His Remains”. New York, 1967.

[13] Cyrus H. Gordon, “Before Columbus: Links Between the Old World and Ancient America.” (1971).

[14][14] Jules Cauvet, «Les Berbères en Amérique : Essai d’ethnocinésie préhistorique. Nomenclature et examen des tribus homonymes des deux rives de l’Atlantique. Part des Berbères dans le peuplement de l’Amérique».

[15] Su hijo, Fernando Colón, confirmó más tarde que la tela y los motivos de las sayas usadas por los amerindios eran idénticos a los de los pañuelos usados por las mujeres moras de Granada.

[16] Obregon Mauricio, “The Columbus Papers, The Barcelona Letter of 1493, the Landfall Controversy, and the Indian Guides”. McMillan Co., New York 1991.

[17] Ibídem.[/TS_VCSC_Info_Notice][/vc_column][/vc_row]

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