
Según la base de datos del “Trans-Atlantic Slave Trade”, 12.5 millones de africanos fueron secuestrados entre 1525 y 1866 y llevados al “Nuevo Mundo” para terminar en los Estados Unidos, el Caribe o en América Latina. Alrededor de 1.8 millones de esclavos no sobrevivieron al viaje transatlántico. Se estima que el 56% de los esclavos secuestrados –unos 7 millones de personas– eran de África del oeste, de los cuales el 40% eran musulmanes. Esto significa que más de 2.5 millones de musulmanes llegaron como esclavos al continente americano. Otras estimaciones apuntan a 3.75 e incluso a 5 millones de esclavos musulmanes.
Una vez llegados al Nuevo Mundo, fueron alentados u obligados a convertirse al cristianismo. Pese a los esfuerzos incansables de los dueños esclavistas, muchos de los primeros musulmanes africanos lograron mantener su fe y parte de su identidad islámica de manera clandestina. Sin embargo, las condiciones de esclavitud de aquella época eran tan bárbaras que esta identidad islámica se diluyó en gran medida e incluso se perdió por completo en las generaciones posteriores. La deshumanización inherente a la esclavitud limitaba considerablemente la preservación de las tradiciones islámicas.
Un método utilizado por los amos esclavistas para quebrantar a los esclavos era no permitirles la práctica de su religión. Si descubrían que alguien rezaba o ayunaba durante el mes de Ramadán, lo torturaban (a veces hasta la muerte) delante de los otros esclavos. Los que se negaban a comer carne de cerdo o permanecer desnudos todo el tiempo, eran azotados.
El hombre blanco logró separar las familias africanas de manera sistemática empezando por la mujer. Esto era un medio para asegurar el control de las generaciones futuras de esclavos.
El sistema esclavista obligaba también a los esclavos a adoptar el inglés y cambiar su nombre africano o musulmán por el de su amo. Aunque el hombre blanco disolvió la identidad islámica en la mayoría de esclavos, no pudo extinguir la luz de Allāh en el continente americano ya que, cinco siglos después de la llegada de los primeros esclavos, el Islām sigue ahí.
Esclavos musulmanes demasiado cultos
Fueron los portugueses quienes, a principios del siglo XVI, iniciaron la trata de esclavos. La mayoría de africanos que secuestraban eran enviados a Brasil, que era el centro de la trata negrera. Esto duró hasta 1580, año en el que España anexionó Portugal. Más tarde, hubo otra ola de comercio de esclavos, nuevamente con los portugueses, pero también con los ingleses, los franceses y los holandeses. En 1619, un barco holandés desembarcó a los primeros esclavos negros en Virginia. En 1643, los primeros esclavos africanos llegaron a Nueva Ámsterdam, ahora conocida como Nueva York.
Más de la mitad del comercio de esclavos tuvo lugar en el siglo XVIII, cuando los británicos eran los mayores traficantes de seres humanos en Europa. Antes de 1800, el Nuevo Mundo recibía más esclavos que blancos:
«Una vez que Cristóbal Colón llega a América, los barcos europeos se dirigen a África, donde secuestrarán a millones de negros que vivían en seguridad; hombres, mujeres y niños, musulmanes y no musulmanes, todos son transportados en barcos y llevados a esta nueva tierra remota, la tierra de los amerindios. Durante estos viajes, cientos de miles de personas perecen bajo los látigos. Aquellos que llegan son arrojados como animales en las costas con el fin de ser explotados para trabajar la tierra con toda degradación».[1]
Los esclavos eran tratados tal vez como animales, pero muchos de ellos, y especialmente los musulmanes, eran más cultos y mejor educados que sus amos.
Hoy sabemos que los musulmanes ocupaban posiciones predominantes en las comunidades de esclavos. Gracias a su fuerte identidad religiosa y a su gran inteligencia, resistieron mejor ante el fenómeno de desculturización.
Muchos esclavos musulmanes sabían leer y escribir tanto en árabe como en ağamī (nombre que se le da al conjunto de alfabetos usados en África derivados del alfabeto árabe). Esta alfabetización tuvo un papel crucial en su desarrollo individual, la consolidación de su comunidad, su relación con los no musulmanes, su búsqueda de la libertad y las rebeliones que llevaron a cabo para liberarse del yugo colonial.[2]
Continuará...
Referencias:
[1] Maḥmūd Šākir, en “Risāla fī aṭ-Ṭārīq ilā Ṯaqafātina”
[2] Sylviane A. Diouf, “Servants of Allah: African Muslims Enslaved in the Americas” y Lucas Catherine & Kareem El Hidjaazi, “Jihad et Kolonialisme”.
Traducido por: Ibrāhīm Bou