El imam Abu Bakr Al-Baqilani fue una de las principales referencias de sus tiempos, el rey de Irak [‘Adud Ad-Dawla] lo eligió y lo envió a Constantinopla en el año 371 de la Hégira (981) para debatir con los cristianos.
Cuando el emperador de los romanos oyó hablar de su venida, pidió a sus asistentes que redujeran la altura de la puerta [por la que entraría a su corte] para obligarlo a ponerse en inclinación (Ruku’) ante el emperador de Roma y sus secuaces. Cuando el imam Al-Baqilani llegó, comprendió la estratagema que se le había preparado, entonces dio media vuelta y se inclinó del lado contrario, dando la espalda y reculando. Ahí el emperador comprendió inmediatamente que tenía enfrente a un hombre perspicaz.
Una vez en el interior, Al-Baqilani saludó a los presentes con una fórmula diferente a la del Salam, pues el Mensajero ﷺ prohibió iniciar el saludo con la Gente del Libro con el saludo del Salam. Luego se volvió hacia el líder de los monjes y le dijo: «¿Qué tal está usted? ¿Cómo están sus hijos y su esposa?».
El emperador se enojó y le replicó: «¿Acaso no sabes que nuestros monjes no se casan ni engendran?».
A lo que Al-Baqilani exclamó: «¡Allahu Akbar! ¿Eximís a vuestros monjes de casarse pero pretendéis que vuestro Señor se ha casado con María y ha engendrado a Jesús?».
La ira del emperador se pronunció todavía más, entonces dijo de manera osada: «¿Qué me dices, pues, de lo que cometió A’isha?» [Refiriéndose a la mujer del Profeta ﷺ que fue acusada de cometer adulterio].
El imam Al-Baqilani le respondió: «Si A’isha fue acusada [de ello] por los hipócritas y los rafidíes (chiítas), María fue acusada [de lo mismo] por los judíos, cuando todas ellas son mujeres puras y nobles. María engendró sin estar casada, mientras que A’isha se casó pero no engendró. ¿cuál de las dos sería más susceptble de ser acusada de adulterio, siendo las dos mujeres puras e inocentes, que Allah esté complacido con ambas?».
El emperador perdió la cabeza, luego retomó: «¿Vuestro Profeta realizaba conquistas?».
Al-Baqilani respondió: «Sí».
Luego le preguntó: «¿Se posicionaba en el frente?».
Al-Baqilani dijo: «Sí».
Siguió preguntando: «¿Y ganaba batallas?».
Al-Baqilani dijo: «Sí».
Entonces le preguntó: «¿Y perdió alguna?».
Al-Baqilani respondió: «Sí».
Ahí el emperador romano exclamó: «¡Qué extraño! ¡Un Profeta que es derrotado!».
Entonces el imam Al-Baqilani le replicó: «¿Y un dios que es crucificado?».
Y así el incrédulo quedó alelado.
Fuente: Tarikh Baghdad, 5/379.
Traducido por: Ibrahim Bou